
No voy a entrar en el fondo del asunto, sería inabarcable (más de 500 años de negra historia), prefiero mirar la fotografía que le he robado a El País. Evo Morales lucha con las armas del pueblo. Todas y ninguna. Reacciona ante la injusticia no como canciller sino como campesino. Se declara en huelga de hambre pues no tiene más a qué agarrarse sino es e a ese colchón, esos cojines apilados en los riñones y ese enorme termo de picnic en el aparcamiento de la playa,. Y a la evidencia de la razón.
Quizá reservar escaños para una parte de la ciudadanía no sea ortodoxo, (como tampoco lo es un presidente en huelga de hambre) pero es justa compensación después de medio milenio encerrados en la trastienda de la democracia.
Una vez leí que cualquier proceso mental que incluya una disyuntiva termina decantándose por un impulso emocional. Mientras mi cerebro, educado durante 36 años en las buenas formas del lado políticamente correcto de la democracia, se resiste a admitir conductas que salgan por la tangente, mi corazón insiste: Ánimo Evo.
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