miércoles, 8 de abril de 2009

El cricket llega a África

Martes 7 de abril, 22.00 horas. Veinte personas, algunas con turbante, batean con jolgorio. Es, probablemente, el único partido de cricket que se está disputando en España en ese instante. Una rareza british, surrealista en suelo norteafricano, pero que devuelve la sonrisa a los inmigrantes indios que hoy cumplen un año 'escondidos' en los montes de Ceuta para evitar ser deportados a India y han decidido celebrarlo jugando un partido nocturno. No es para menos. Pese a vivir en un campamento a la intemperie no se quejan. Vienen de recorrer el infierno pasando de mafia en mafia desde Burkina Faso a Mali, pasando por el desierto de Argelia y Mauritania, hasta llegar a Marruecos, donde se dejaron engañar por el espejismo de Ceuta, Europa en África, tan lejos y tan cerca de su destino soñado.

Una pancarta resume su situación en la ciudad autónoma: "30 meses en Ceuta, un año en el monte". Hace ya un año que abandonaron el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), desde entonces viven en campamentos presuntamente secretos. No son los primeros. Antes, medio centenar de inmigrantes bengalíes hicieron lo mismo y lograron que Interior les dejase en libertad en la Península para que su situación no se convirtiera en espectáculo mediático nacional. Ahora son ellos, medio centenar de sijs, los que siguen el ejemplo, pero el eco no ha sido el mismo.

Tanto los ceutíes como los medios de comunicación locales y nacionales) no se han volcado como lo hicieron (hicimos) con los bengalíes. Ya nadie les mira a los ojos, acostumbrados a su presencia silenciosa en los aparcamientos, a la sonrisa tímida en su rostro, a su cabello negro y brillante... Fantasmas casi invisibles de la inmigración que huyeron del milagro económico indio para refugiarse en la crisis europea y han caído en el olvido de la costumbre. Media docena de ceutíes están a su lado de forma anónima y en algunos casos casi de forma secreta (para no poner en peligro sus empleos, por ejemplo, en el CETI). El resto de ciudadanos hasta llegar a los 76.000 que viven en Ceuta ignoran conscientemente su circunstancia.
Llegará un momento, tarde o temprano, en que, muy probablemente en la opacidad viscosa de la noche, la Policía irrumpirá en su campamento y los devolverá esposados al desierto del que escaparon. Y la noticia apenas llenará un breve escondido en una columna.

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