viernes, 28 de noviembre de 2008

Puerto Esperanza


Mohamed casi lo consigue el sábado pasado. Se coló de madrugada en uno de los barcos nocturnos de Acciona-Trasmediterránea y logró acariciar el sueño que persigue desde hace tres años: cruzar el Estrecho, el abismo que separa el Primer y el Tercer mundo. «Pero me pillaron en Algeciras y me devolvieron a Tánger, ya estaba allí cuando me vieron los vigilantes de seguridad», lamenta, «pero ya estoy aquí otra vez». Mohamed es tangerino, tiene 16 años y la sonrisa cansada. Pero no se rinde. «Esta noche volveré a probar». La fe mueve montañas; el hambre las salta.

Cerca de un centenar de inmigrantes, según cálculos de la Guardia Civil, malviven en las escolleras del muelle de Poniente del Puerto de Ceuta. Un arrabal de chabolas pegadas al muro que sujeta el embate del mar por el que pululan marroquíes y argelinos a la espera de encontrar un agujero en la vigilancia que les permita colarse en uno de los barcos que zarpan desde Ceuta a la Península. Les ayuda a seguir adelante la esperanza de lograr el sueño de cruzar el abismo que separa Europa del continente africano. Una esperanza que alimenta la leyenda de quienes sí lo consiguieron. «Es posible, claro, suponemos que alguno pasa, pero son muy muy pocos», asegura un agente de la Guardia Civil. «Ellos creen que sí, que es posible, pero la verdad es que les pierden la pista aquí y no vuelven a saber si lo lograron o si les pillaron en Algeciras».

Su sueño, paradójicamente, tiene forma de barco basurero. El Lidon B, el buque que lleva a la Península los residuos sólidos urbanos de Ceuta, transporta además buena parte de las esperanzas de los inmigrantes. «Sólo les interesan los barcos que seguro van a la Península, los ferrys o el Lidon B», explica el agente, «no quieren arriesgarse a que un barco les devuelva a Casablanca». La presencia de inmigrantes en las escolleras disminuye notablemente durante los fines de semana cuando no está en servicio el barco basurero, la mejor opción para colarse en España ya que los fast-ferry cuentan con una mayor vigilancia.

Mohamed es uno de los pocos que logró, al menos, pasar el primer control. Otros ni siquiera han estado cerca. Ahmed tiene 27 años, es natural de Beliones y disfruta de pase para entrar en Ceuta con total libertad. Lleva cuatro años intentándolo, entrando y saliendo de la ciudad autónoma, sin lograr pasar de las escolleras. A su lado, Said, 20 años, de Tetuán, lleva tres años buscando la manera de colarse en el Lidon B. Pero no se desaniman. «Muchos lo han hecho», asegura Ahmed. Un familiar suyo llegó a Algeciras escondido entre la basura, jura, y ahora vive en Barcelona y trabaja en la construcción. «Yo haré lo mismo, ahora o más tarde».

La vida en las escolleras

Mientras tanto su camino acaba frente al muro de las escolleras. Junto a la explanada de la zona de embarque se alza el enorme acantilado de hormigón del muelle de Poniente. Una verja, alambre de espino y una pared de casi diez metros ocultan un arrabal de casuchas de cartón. Argelinos que se niegan a permanecer en el CETI y marroquíes que se hacen pasar por argelinos -escondiendo su pasaporte y haciéndose pasar por 'sin papeles' para evitar ser deportados- son los principales habitantes de un mundo paralelo que cuenta con sus propias leyes. Las chabolas están numeradas para dar fe de su propiedad y los inmigrantes han improvisado incluso una mezquita (ligeramente mal orientada a La Meca) en cuyo cartel puede leerse en árabe clásico 'Dios y la mezquita de Dios'.

Un mundo que se sostiene a duras penas. «No suele haber muchos problemas, ni siquiera tenemos que sacar el material para disolverlos», explica un agente de la Guardia Civil sobre el muro de las escolleras, «pero por la noche se emborrachan y hay algún pequeño hurto al descuido, porque no viven del aire o alguna reyerta entre ellos, pero poco más». La herida -cosida aparatosamente- que atraviesa la nariz de Hamed, 21 años, de Tetuán, es la prueba palpable del peligro de la vida en las escolleras. «Me pegaron y me robaron», lamenta, «fueron musulmanes de Ceuta, nos odian», dice con el odio y la incomprensión en la mirada. «Son unos 'hijosputa' los musulmanes de Ceuta», tercia sin ambages a su lado Said, vecino de Hamed en las escolleras y en Tetuán. «Vienen por la noche a pegarnos sólo porque somos de Marruecos».

Inmigrantes y policías se ven las caras todo el día desde el otro lado del muro de las escolleras, ni unos ni otros se toman el asunto con demasiada animadversión. «Es un drama humano, esta gente sólo quiere mejorar su vida, pero este no es el cauce», lamenta uno de los 150 agentes de la Guardia Civil que vigilan el puerto ceutí durante el desarrollo de la Operación Paso del Estrecho.

Pero no todos están aquí para colarse en un barco. Icham, 20 años, también de Tetuán «no piensa en eso», sólo trata de «buscarse la vida», explica a la espera de clientes en busca de aparcamiento poder ejercer de 'gorrilla' en las cercanías de la Estación Marítima. «Yo sí pienso en eso, todos los días», se rie su amigo Mohamed, un pequeño héroe entre sus compañeros de escolleras. Él ya lo logró una vez, aunque la «mala suerte», dice, le trajo de vuelta a África. Pero lo seguirá intentando. Quizá esta noche, en uno de los ferrys que zarpan de madrugada durante la OPE, o tal vez se entierre entre la basura del Lidon B para resucitar en el Primer Mundo. Mientras tanto seguirá deambulando entre las escolleras y el centro de menores de San Antonio. Buscando ese barco que, dicen, zarpa de Puerto Esperanza rumbo a una oportunidad.

Texto y foto. Javier Sakona
Publicado el 26 de agosto de 2007 en SUR Edición Ceuta

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