viernes, 28 de noviembre de 2008

La última barriada de Europa

«Antes éramos narcotraficantes, ahora somos terroristas, y siempre somos sólo moros, más que marginados nos tienen apartados» Los vecinos de Príncipe Alfonso explican cómo es su barriada

El autobús deja atrás la mezquita de Sidi Embarek y gira a la izquierda después de dejar en tierra a buena parte de los pasajeros. Las aceras se difuminan hasta desaparecer y ya no hay ni rastro de jardines. El autobús se detiene resoplando a las puertas del barrio. Dos ancianas diminutas y una mujer cargada de bolsas de Zara y niños bajan del vehículo. Es sábado a mediodía y brilla el sol haciendo olvidar que es invierno. Los chavales juegan en la calle esquivando a coches que esquivan a otros coches. Es la barriada Príncipe Alfonso, la última barriada de Europa, en el borde mismo del llamado Primer Mundo. Más allá, el mundo en vías de desarrollo. que se cuela bajo la valla fronteriza.

El Príncipe está en el punto de mira de la actualidad. El pasado martes, una espectacular operación policial desembarcó en la barriada para desarticular una presunta célula de terroristas. Fueron detenidos once vecinos del barrio. Jueces, policías, políticos y expertos han dado su visión sobre las causas y consecuencias del avance del fanatismo religioso en las barriadas periféricas de la ciudad autónoma. Ahora es el turno de los vecinos del Príncipe.

El peso de la leyenda

«Antes éramos narcotraficantes, ahora terroristas, eso sí, siempre somos sólo moros», resume Mustafa. Nació hace 27 años en el Príncipe y no lo cambia, por mucho que digan. «Es la leyenda del Príncipe, antes sí era peligroso, pero eso acabó hace años aunque aún pagamos las consecuencias», lamenta. A su lado, Mohamed, de 23 años, asiente y matiza: «Más que marginados estamos apartados».

«Ya ves como está todo, a veces se va la luz y pasan de arreglarlo, las carreteras tiene baches desde hace años y no los arreglan, no es cuestión de exagerar, pero no nos tratan igual», explica Karim. En sus brazos se revuelve inquieto un niño de un año. «Pero ahora se vive bien, esto ha cambiado mucho, antes no podría estar aquí con mi hijo», continúa, «ahora los viejos juegan al parchís en el 'zoco' y los niños corren por ahí, antes podía venir un balazo de vete a saber dónde». Todo eso acabó. «Ya no hay tanta droga como dicen, eso fue antes, es cierto, pero todo aquello acabó, ahora la gente lo que quiere es un trabajo».

Otros tiempos

La barriada ha cambiado mucho. Ya no es el mar de chabolas de antes aunque aún esté a una década del centro de la ciudad y a años luz de un barrio moderno. Pero el presente sale bien parado en comparación con el recuerdo de los años oscuros.

Bien lo sabe Francisco. Fue el cartero del Príncipe durante treinta años y lleva más de cuarenta viviendo al lado de la parroquia de San Ildefonso. «He trabajado como cartero en el Príncipe toda mi vida y nunca me ha pasado nada, además ahora se vive mucho mejor». A su lado, María suscribe la opinión de su marido. «Esto hace treinta años eran todo chabolas, sólo había tres casas, tres coches, la iglesia y la torre del teléfono», recuerda María.

Desde aquellas chabolas de hace treinta años a la actualidad ha crecido una barriada que cuenta con 15.000 almas, sin contar la población flotante de marroquíes. Todos musulmanes. Salvo Francisco y María y los dos Antonios que han cogido el relevo como carteros en el Príncipe. «Míranos, somos los únicos cristianos y tan tranquilos, no es tanto que dicen, vete sino a las 'tres mil' (barrio marginal de Sevilla) con esto», dice el cartero Antonio Cuadrado mostrando su reloj de muñeca, «no me han robado nunca y a compañeros que reparten en el centro sí».

Otra cosa es el trabajo diario. La marabunta urbanística que domina la barriada hace casi imposible la labor de cartero a un profano. «El número 40 y el 100 de una misma calle están puerta con puerta, cómo van a hacer plazas o parques si hay calles de metro y medio de ancho», explica Antonio. Ni parques, en muchos casos ni aceras; a veces ni farolas; y en muchas ocasiones, ni recogida de basura. «Sólo hay un parque para los niños (junto al colegio 'Reina Sofía') y como sólo hay un columpio y un tobogán los niños tienen que hacer cola para poder jugar», explica Karim.

Un zoco en Ceuta

Calle abajo la barriada se torna 'zoco'. Así lo llaman los vecinos del Príncipe. La ausencia de reglas ha generado un urbanismo libre y la medina va tomando forma a medida que te adentras en la barriada. Venta ambulante de fruta y verdura, cafetines y callejuelas estrechas. «Si esto lo limpias y lo pintas vale para el turismo», propone Reduan, 29 años, desempleado y viendo pasar a sus vecinos apoyado en una pared. «Así igual se acababa el paro.

La gran mayoría vecinos del Príncipe carecen de empleo o subsisten cobrando en 'negro'. La tasa de paro más alta en la ciudad con la tasa más alta del país.

«Somos gente de Ceuta, nacidos aquí, de padres ceutíes pero no nos dan trabajo», se indigna Mustaffa, 43 años, desempleado, «vivimos diez del subsidio de una familia y la culpa la tienen los empresarios, para qué pagarme a mí 1.000 euros si pueden pagarle a un ilegal 300», denuncia, «estoy harto de ir a las obras a buscar trabajo, y esto me pasa a mí y les pasa a los chavales y así se termina en la delincuencia», avisa Mustafa retomando su té a las puertas de un cafetín. Suena el rezo de mediodía. Brilla el sol, es sábado, y la vida transcurre ruidosa en el Príncipe.

Texto y foto: Javier Sakona
Publicado en SUR Edición Ceuta el domingo, 17 de diciembre de 2006

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