martes, 4 de agosto de 2009

Defenestrado en Disneyland

La revista Foreign Policy ha publicado un especial con la lista de los cinco 'peores hijos' de los líderes mundiales. (ver resumen en El País) Detenciones, corrupción, posesión de drogas... son algunas de las medallas en los historiales delictivos de los hijos de papá de los caciques del mundo. Pero ninguna de las fechorías supera a la de Kim Jong Nam. Transcribo a El País: "Kim Jong Nam: Es el hijo mayor, con 38 años, del Querido Líder de Corea del Norte, Kim Jong il. Estaba destinado a sucederle, pero cayó en desgracia tras ser detenido en el aeropuerto de Tokyo bajo una identidad falsa con la intención de viajar a Disneylandia. Toda una humillación familiar".
Sin más comentarios.

jueves, 30 de julio de 2009

Bye SUR

30 de julio de 2009. Ha llegado el día. Hoy escribiré la página de Ceuta para SUR por última vez. Aún no sé con qué llenaré (rellenaré) los huecos presuntamente pensados para acoger noticias. Lo que sí sé es que no tengo ganas de hacerlo. Ni puta gana.

sábado, 25 de julio de 2009

Los sociólogos silvestres (2)

Capítulo 2. Los orígenes del Profesor Harris
Auguste Harris era, pese a su sonoro apellido, de Santander, esa teatral ciudad española de cartón piedra. De Santander de toda la vida, gustaba de repetir a Auguste, nunca se supo si con orgullo o con sorna. Muy cerca de lo que hoy es el Banco de Santander, cerca del mar, nació Auguste en 1929, treinta años antes que Miroslav Sakonovsky. Auguste creció entre algodones en una familia sencilla pero acomodada. Él, Harry Harris, ingeniero inglés de poca monta empleado en el consistorio santanderino gracias a sus sufridas amistades; ella, María del Carmen Pedreña, una bella campesina soñadora e inquieta. Auguste heredó la planta británica de su padre y ese espíritu vagabundo que su madre no se atrevió a poner en práctica. Dos cualidades, la apostura y la bohemia que pronto sedujeron al joven Sakonovsky tras aquel inesperado encuentro en las entrañas de la Affeltrangen Die Bibliothek.
Auguste pronto destacó tanto en sus buenas calificaciones escolares como en su desidia frente a los estudios, que sacaba adelante sin esfuerzo ni interés. Era un genio supino, fuera de control, parecía saberlo todo, conocerlo todo de antemano, salvo su genialidad. Pero todo cambio en la adolescencia: a la genialidad se le sumó la rebeldía.
Un cambio de actitud que se reveló fatal. A Los 14 años, la misma edad que tenía Miroslav Sakonovsky cuando se conocieron, los padres decidieron internar a su hijo en la isla de Pedrosa después de que un impertérrito Auguste entrara en la Catedral blandiendo "El origen de las especies" de Darwin para estampárselo en las narices al obispo. La ocurrencia anticlerical de Auguste Harris corrió de boca en boca por el Santander de 1943, tierra quemada tras el paso de las tropas franquistas. Los padres de Auguste decidieron actuar antes de que lincharan a su hijo por rojo.
Las aguas parecieron volver a la calma en el sanatorio de la isla de Pedrosa pero la víspera de su dieciséis cumpleaños, Auguste prendió fuego al ala norte. Las llamas, alentadas por el cierzo, devoraron la biblioteca. Sólo se salvó un libro: El Origen de las Especies.
-Era el único que merecía la pena, musitó Harris como única explicación.
Los padres de Auguste decidieron dilapidar la herencia para intentar sanar a su hijo. Vendieron la casa, que con los años serviría para dar cabida a una ampliación del Banco de Santander, y enviaron a su hijo a un sanatorio en las cumbres suizas, humilde (pese a su condición helvética) pero de inmejorable reputación en casos de desviaciones del comportamiento: el Das Medizinkrankenhaus de Affeltrangen. El aire frio de los Alpes despeja la cabeza, les recomendaron.
Un idioma extraño y una maravillosa biblioteca fueron construyendo al profesor Harris. En algo acertaron los padres de Auguste, los aires nuevos de Suiza le hicieron olvidar la rebeldía; los días mansos y las mañanas frías; las calles silenciosas y las noches largas y vacías le volcaron en los libros. Motivo suficiente para que un año después de su ingreso le concedieran el tercer grado hasta 1950, año en que Harris alcanzó la mayoría de edad y con ella la libertad
Harris pronto se hizo un hueco en la pueblerina sociedad de Affeltrangen. Su estatura, su espalda recta como un jinete, sus rizos disparados en todas las direcciones, su extraño acento hispano y su inagotable cultura le hicieron deseable entre las mujeres del lugar y un rival inesperado para los briosos mozos suizos. Aunque Harris, educado y atento, no parecía mostrar demasiado interés por sus admiradoras.
Katerina Müller fue la elegida. O la electora. Katerina se acercó al joven Harris una noche de primavera. ¿Me acompañas a casa? Era 1952, Auguste tenía 23 años y no olvidó nunca aquella noche del 23 de junio en la que en su tierra ardían las hogueras de la romería de San Juan y a él le ardió el corazón en un sofocante pajar a las afueras de Affeltrangen.
Katerina y Auguste se casaron el mismo 23 de junio dos años más tarde. Los casó el padre de Katerina, pastor protestante y potentado ganadero con más de un millar de vacas frisonas a cada cual más lustrosa. Auguste fue, como diría años más tarde, serenamente feliz: cerveza, días largos y apacibles como domingos. No tuvieron hijos, tampoco se les oyó lamentarse por ello. Todo parecía haberse encarrilado en la vida del profesor Harris hasta que en 1973, el primer autobús de línea que unía Affeltrangen con Foechtrasse se empotró contra la biblioteca municipal. Lo último que esperaban Katerina y Auguste al salir de la biblioteca era aquel mastodonte con ruedas que se les abalanzaba. Ella murió en el acto. Él estuvo varios años magullado.
Auguste Harris lloró durante tres largos años. Un viernes de enero de 1973 se enjugó las lágrimas y salió de nuevo a la calle enfilando la avenida rumbo a la biblioteca de Affeltrangen. No lo sabía, pero estaba a punto de escoger un nuevo camino.

jueves, 23 de julio de 2009

Los sociólogos silvestres

Capítulo 1. Nacimiento de la Sociología Silvestre
Miroslav Sakonovsky (Affeltrangen, Suiza, 1959) miró fijamente a los ojos de la matrona, su matrona. Tenía 45 segundos de vida a este lado de la vulva de su madre.
-Es muy observador- observó la señora Friedman- pero no llora por más que lo azoto. Está seriote.
Miroslav miró a su alrededor en la medida de las posibilidades de su cuello recién estrenado. Sus ojitos grises parecían dibujar un pensamiento deshilachado. Respiró hondo, como probando la capacidad de sus torpes pulmones y, tres minutos largos después de nacer, lloró, lacio y a regañadientes, pero lloró.
Su actitud ante la vida no varió demasiado en sus primeros años de vida. Miroslav fue un misterio silencioso incluso para su familia. Muchas noches sus padres, Miroslav y Katrina Marie, debían buscarlo a gritos por el barrio, una hilera de casas grises (también en Suiza hay casas grises) a la sombra de la fábrica de botones Steiff. Miroslav tenía la inquietante costumbre de espiar a los vecinos... en sus propias narices. Más de uno tenía un miedo cerval a aquel niño garabateado que se plantaba ante su cama con ojos escrutadores, en silencio y como patidifuso. El tiempo y varias tundas recibidas durante sus primeros pinitos científicos recondujeron la situación y Miroslav logró disimular su peculiar inteligencia durante los años de escuela. Años por otra parte aciagos aunque necesarios.
Un lunes de primavera (especialmente luminosa en el cantón de Turgovia) a la edad de doce años, Miroslav Sakonovsky olvidó ir a la escuela. Nadie pareció advertirlo hasta que su madre regresó del trabajo. Después de darle dos collejas, tres patadas en las espinillas y un tirón de orejas, Katrina se alisó el delantal, se ajustó el moño, salió al gallinero a recolectar los huevos para la cena y nunca más habló del asunto. Miroslav aguantó el temporal como todo en la vida, en silencio y con la mirada clavada en el horizonte.
Pocos días después Miroslav empezó a trabajar con el tío Fiedrich, bibliotecario municipal. Ya que no iba al colegio al menos estaría cerca de los libros toda su vida, pensó su madre. Su padre asintió. Su trabajo consistía en acarrear y desempolvar volúmenes que nadie leía. Nadie al menos hasta que Sakonovsky llegó al sótano de la biblioteca de Affeltrangen. Una cueva alicatada de viejos libros que se convertiría en la casa de Miroslav, que ya al cuarto díá de trabajo en la biblioteca olvidó regresar a casa. Nunca más volvería, salvo para comer los domingos.
Allí en el sótano de la Affeltrangen Die Bibliothek conoció al profesor Harris. Se lo encontró una tarde de viernes, dormido sobre un grueso (y discutible) volumen de antropología. Sakonovski zarandeó al intruso agarrándolo por el cuello de su grueso abrigo de cabritillo. Olía a perfume de mujer, probablemente francés como todos los perfumes, pero Miroslav sólo tenía catorce años y la perfumería no era su fuerte, prefería a Voltaite. La mata de pelo rizado, disparada en todas las direcciones, se giró lentamente y unos ojos brillaron aturdidos. Se miraron fijamente durante largo rato. Y así siguieron, en diferentes posturas durante el resto de la tarde y buena parte de la noche hasta que el intruso dijo: soy el profesor Harris, Auguste Harris.
-¿Profesor?
- Sí, bueno, no.
Miroslav pestañeó con paciencia esperando una aclaración.
-Soy sociólogo, dijo al fin Harris
-¿Sociólogo?
- Sí, bueno, sociólogo silvestre.
- Silvestre..., paladeó Miroslav sin saber que estaba asistiendo al nacimiento de una nueva ciencia.

miércoles, 22 de julio de 2009

Levante

La niebla que acompaña al levante en Ceuta. Fotografía de Javier Sakona.
El viento de levante me tuerce, me enturbia. Me encharca la cabeza. El levante me lastra, me encierra en mí mismo. El levante me exprime, me deja sin aliento, me hace un nudo en el estómago. El levante humedece, reblandece. Alborota el mar y la testa. El levante.

domingo, 19 de julio de 2009

Mierda, lo he hecho

Llevo meses resistiéndome a la tentación y hoy, no sé por qué hoy, he cedido. Seré pasto de la moda, atrapado por la red de la red de redes, uno más en tu lista de amigos, un garabato en tu puñetero muro: desde hace unos minutos soy uno más de los millones de gilipollas agregados a Facebook. Y eso que no quería, pero estoy harto de oir hablar del dichoso Feishbu y tener que poner cara de Paco Martínez Soria en Wall Street, así que tendré que tragarme mi palabrería... Y si la CIA está espiando, tal y como aseguraba The Guardian, pues que pasen y vean.

viernes, 17 de julio de 2009

Estupor

Amsterdam, junio de 2009. Javier Sakona
El 6 de marzo de 1967 George Rapacius resucitó de entre los vivos. Deambuló durante años perplejo hasta que reunió el valor suficiente para respirar hondo y decidirse a saborear el agridulce paladar del estupor.

Monopolios

Miles de funcionarios de la Stasi, más de 17.000, trabajan aún hoy para el Gobierno alemán, reciclados en las entrañas del Aparato. Algunos velan incluso por la seguridad personal de la canciller Ángela Merkel.
El Estado tiene el monopolio de la violencia, pero también de la memoria y del olvido